Y así, despidiéndome lo más rápido que pude corrí hacia mi
habitación, me tumbé sobre la cama, elegí mi canción favorita, con la que más
lloraba y me sentía bien al tenerla de compañía. Me quedé observando la
almohada, me concentré en la canción y de inmediato volvieron a formarse de
nuevo las lágrimas que aún quedaban por derramarse ese día.
Tumbada, sin ganas de nada, llorando desgarradamente… Que
irónico pensé, toda mi vida había sido fuerte sin llorar aunque quisiera y
ahora… cada puto día que pasa no hago otra cosa que hacer eso. De pronto y sin
saber porqué se me vino a la cabeza una frase que me quedé reflexionando sobre
ella: “No hay mayor causa del llanto que no poder llorar”. Pensé en todo ese
día en las ganas que había tenido toda la mañana en el colegio de querer
hacerlo pero no podía. Me veían mal y me preguntaban, aunque conseguí
engañarlos a todos justificando que sólo
era cansancio. Por la tarde igual iban aumentando las ganas pero no
podía hacerlo, tenía que hacer como siempre…fingir, una de las cosas que mejor
se me da. Haciendo estupideces como siempre, pensando en que no se estaban
dando cuenta de nada, de lo que realmente quería es estar en mi casa y no allí,
de que no tenía ganas de nada y aun así ahí me tenían con las mismas tonterías
de siempre, muriéndome por dentro, fingiendo unas lágrimas transformadas en
sonrisas falsas.
Ufff, miles de veces pasa eso. Esas ganas de llorar desconsoladamente y tener que fingir estar bien cuando en realidad uno se muere por dentro. Es muy triste, pero son cosas que pasan. Me gustó el blog :)
ResponderEliminarhttp://reflexionenvozbaja.blogspot.com/
Muchas gracias Caminante del cielo por tu comentario y me alegro muchísimo de que te guste el blog. Sí, es cierto, es demasiado duro querer llorar, aguantarse y seguir sonriendo. Gracias de nuevo ¡un beso!
ResponderEliminar