Lunes por la mañana. Siete y media.
Con un suave giro de muñeca abre la puerta de su casa, entra, todo parece tranquilo sus padres parece que siguen aún durmiendo. En silencio entra en su cuarto, se acuesta un rato en su cama asimilando lo que había pasado… el paseo, la playa y él… Siente unas ganas inmensas de saltar sobre la cama, de bailar, de gritarle al mundo lo feliz que era. Sentía una gran sensación dentro de ella, sentía que una leona rugía fuerte en su interior, fuerte y triunfante.
Observó el reloj, decidió darse una ducha rápida. No tardó más de diez minutos, se arregló bastante para ir al colegio. Entró en la cocina y como de costumbre se preparó ella misma el desayuno y se lo llevó al salón, encendió la televisión y empezó a zapear con el mando, no vio nada interesante así que la apagó y se terminó el desayuno rápidamente para no llegar tarde.
Fue casi corriendo al instituto, a pesar de tenerlo al lado, para no llegar tarde y se tuviera que quedar fuera.
Entró sonriente a su aula, saludó a algunos compañeros suyos pero a quien más tenía ganas de ver era a su mejor amiga, más bien debería decir por mi parte que no eran amigas, eran hermanas. Hermanas, no de sangre pero sí de corazón… dos muchachas que siempre se lo contaban todo, que estaban ahí la una para la otra para cuando siempre se necesitasen, que podían ser ellas mismas cuando estaban juntas, que siempre sabían que estaban pensando en cada momento, hermanas… una simple palabra que para ellas significaba tanto…
La amiga se dio cuenta que a la chica le había ocurrido algo demasiado bueno, se dio cuenta por su rostro y porque siempre que le pasaba algo bueno se arreglaba demasiado. La muchacha sabía que su amiga se había dado cuenta de que algo bueno le ocurría pero no se lo pudo contar en ese momento ya que la profesora había entrado en el aula, una profesora que infundía respeto y a veces cierto temor en algunos de sus alumnos y pobre del que se atreviese a hablar en su clase. Las tres primeras horas se hicieron eternas para las dos.
Recreo, “por fin”, pensaron. Se sentaron en su sitio favorito a la vez que era desconocido por muchos alumnos era… por así decirlo o como ellas lo llamaban “Su rincón”. La chica al principio no sabía cómo decirle a su amiga todo lo que había vivido la noche/madrugada del día anterior. Su amiga la miraba con los ojos más iluminados que se podían ver en el mundo y ya impaciente no pudo más y empezó a zarandear a la chica ya que parecía que había volado del mundo.
La muchacha terminó de contarle todo a su amiga, cómo se sentía ayer, cómo le había sentado el paseo, la luna llena, las lágrimas, el encuentro, todo… Su amiga gritó tan fuerte de emoción que asustó a muchos alumnos jóvenes que pasaban por allí.
Abrazándose… llorando de emoción, una por lo que estaba comenzando a vivir y otra por ver a su mejor amiga feliz, simplemente hermanas…
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