“¡Lista!” pensé. Ya estaba lista para irme, como siempre le
di un beso a mis padres despidiéndome de ellos, aunque no tenía demasiadas
ganas de salir ya hacía mucho tiempo que no lo hacía y tuve que ir con las mejores
de mis sonrisas y locuras preparadas.
Caminando sola por la calle, escuchando
música a todo volumen, llegué lo más rápido que pude a donde me estaban
esperando. Llegué la última, los saludé a todos con un beso y un abrazo, luego
tuvimos que recoger a un amigo de él y nos presentó.
Al principio, me sentía de lo mejor haciendo de las mías
ellos se reían y me empecé a reír forzadamente pero después de diez o quince
minutos en los que había empezado a hacer tonterías… “Anda, cállate ya y deja
de hacer la payasa” “¡Joder tía qué vergüenza!” “Si lo llego a saber no vengo”
palabras como esas se repetían constantemente, pensé que era hora de parar que
ya les molestaba así que dejé de hacerlo pero algo me dolió. Constantemente
diciéndome en el instituto qué me pasaba que estaba muy seria y ahora que
estaba “bien” me decían que parase...
Caminando en silencio, sin decir nada, me di cuenta que dos
se habían puesto a hablar delante de mí y dos hablaban detrás de mí, y yo
estaba… ¿sola? Sí, jamás me había sentido tan sola como hoy. Sé que muchas
veces prefiero estar así sin que nadie me “tocase las narices” por así decirlo
pero hoy quería que alguien me diese un fuerte abrazo, que alguien me apretase
la mano haciéndome sentir que no estaba sola, que me hubiese dicho que la mala
racha que llevaba sería pasajera y que dentro de poco estaría bien pero no…
nadie estaba allí para decírmelo y aún así lo comprendo ya que no suelo hablar
de mis penas, ni siquiera con mis mejores amigos.
Al finalizar la tarde, uno se tuvo que ir en autobús y lo
acompañamos hasta la parada, y los otros tres como vivían cerca se fueron y yo
seguí hacia delante con los auriculares puestos y nadie se dio cuenta de las
pequeñas lágrimas que se estaban formando en mis ojos aunque me esforcé en
guardarlas. De pronto sentí unas ganas enormes de que viniese alguien con una
gran sonrisa, me abrazase y quedarnos un rato largo así, verdaderamente quería
eso pero de nuevo yo estaba…sola.
Abatida llegué a mi casa con una sonrisa que me pesaba ya
demasiado, no aguantaba más, quería gritar todo lo que tenía y nunca lo hacía
porque no quería que nadie viese lo afligida que estaba, no tenía ganas de
nada, ni de comer, ni de reír… Me encerré en el cuarto y me fijé en el peluche
que estaba encima de la estantería y me alegré de tenerlo, él siempre estaba
allí para abrazarlo y apretarlo contra mi pecho cuando estaba mal y perfectamente
sabía que esta noche me quedaré dormida junto a él.
Creo que todos alguna vez nos hemos sentido así, yo mismo en ocasiones me siento un tanto de esa manera, aveces estar rodeado de gente no sirve, e incluso te hace sentir mas solo aun.
ResponderEliminarsobre los abrazos, soy de los que piensa que un abrazo dado en un buen momento es la mejor medicina para curar un corazón lastimado.
desde aquí, aunque no sirva de mucho, te mando un abrazo.
Saludos
Estoy completamente de acuerdo con tu opinión,
ResponderEliminara veces un fuerte abrazo ayuda a curar todos tus males, también depende de que si la persona que te lo da lo hace con todo su amor.
Muchas gracias Xas por el comentario y el abrazo, otro para tí.
¡Muchos besos!