sábado, 29 de octubre de 2011

Sola


“¡Lista!” pensé. Ya estaba lista para irme, como siempre le di un beso a mis padres despidiéndome de ellos, aunque no tenía demasiadas ganas de salir ya hacía mucho tiempo que no lo hacía y tuve que ir con las mejores de mis sonrisas y locuras preparadas.
Caminando sola por la calle, escuchando música a todo volumen, llegué lo más rápido que pude a donde me estaban esperando. Llegué la última, los saludé a todos con un beso y un abrazo, luego tuvimos que recoger a un amigo de él y nos presentó.

Al principio, me sentía de lo mejor haciendo de las mías ellos se reían y me empecé a reír forzadamente pero después de diez o quince minutos en los que había empezado a hacer tonterías… “Anda, cállate ya y deja de hacer la payasa” “¡Joder tía qué vergüenza!” “Si lo llego a saber no vengo” palabras como esas se repetían constantemente, pensé que era hora de parar que ya les molestaba así que dejé de hacerlo pero algo me dolió. Constantemente diciéndome en el instituto qué me pasaba que estaba muy seria y ahora que estaba “bien” me decían que parase...

Caminando en silencio, sin decir nada, me di cuenta que dos se habían puesto a hablar delante de mí y dos hablaban detrás de mí, y yo estaba… ¿sola? Sí, jamás me había sentido tan sola como hoy. Sé que muchas veces prefiero estar así sin que nadie me “tocase las narices” por así decirlo pero hoy quería que alguien me diese un fuerte abrazo, que alguien me apretase la mano haciéndome sentir que no estaba sola, que me hubiese dicho que la mala racha que llevaba sería pasajera y que dentro de poco estaría bien pero no… nadie estaba allí para decírmelo y aún así lo comprendo ya que no suelo hablar de mis penas, ni siquiera con mis  mejores amigos.

Al finalizar la tarde, uno se tuvo que ir en autobús y lo acompañamos hasta la parada, y los otros tres como vivían cerca se fueron y yo seguí hacia delante con los auriculares puestos y nadie se dio cuenta de las pequeñas lágrimas que se estaban formando en mis ojos aunque me esforcé en guardarlas. De pronto sentí unas ganas enormes de que viniese alguien con una gran sonrisa, me abrazase y quedarnos un rato largo así, verdaderamente quería eso pero de nuevo yo estaba…sola.

Abatida llegué a mi casa con una sonrisa que me pesaba ya demasiado, no aguantaba más, quería gritar todo lo que tenía y nunca lo hacía porque no quería que nadie viese lo afligida que estaba, no tenía ganas de nada, ni de comer, ni de reír… Me encerré en el cuarto y me fijé en el peluche que estaba encima de la estantería y me alegré de tenerlo, él siempre estaba allí para abrazarlo y apretarlo contra mi pecho cuando estaba mal y perfectamente sabía que esta noche me quedaré dormida junto a él.

2 comentarios:

  1. Creo que todos alguna vez nos hemos sentido así, yo mismo en ocasiones me siento un tanto de esa manera, aveces estar rodeado de gente no sirve, e incluso te hace sentir mas solo aun.

    sobre los abrazos, soy de los que piensa que un abrazo dado en un buen momento es la mejor medicina para curar un corazón lastimado.

    desde aquí, aunque no sirva de mucho, te mando un abrazo.

    Saludos

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  2. Estoy completamente de acuerdo con tu opinión,
    a veces un fuerte abrazo ayuda a curar todos tus males, también depende de que si la persona que te lo da lo hace con todo su amor.
    Muchas gracias Xas por el comentario y el abrazo, otro para tí.
    ¡Muchos besos!

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