Lunes por la tarde.
De todas las personas extrañas que había visto en mi vida,
éste sin duda se llevaría el premio en extraño. Había permanecido sentado,
desde las cinco hasta las seis menos cuarto, sentado en aquél banco. Su rostro
parecía cansado y bastante envejecido a pesar de tener unos treinta o treinta y
cinco años, tenía complexión media y parecía tener buen estado físico a pesar
de su rostro. Los cálidos rayos del sol que iluminaban ese día el parque hacían
resplandecer los platinos cabellos de aquel hombre, dejando así una bonita
sinfonía de colores dorados y platinos. Me pareció bastante extraño su
comportamiento ya que llevaba cuarenta y cinco minutos sentado en aquel banco y
no se había movido en todos esos minutos de allí, parecía como si estuviese
esperando a alguien o simplemente le gustaba pasar la tarde allí y admirar todo
lo que le rodeaba como para evadirse un poco de la realidad. En todo caso ya lo
había visto varias veces por allí pero nunca observé en él ese extraño
comportamiento, siempre que lo veía estaba jugando con algún niño o simplemente
paseaba tranquilo y relajado, sin molestar ni perjudicar a nadie. Pero esta vez
era distinto, esa sonrisa que tenía cada vez que jugaba con los pequeños o
hablando con algún amigo o conocido suyo se le había quitado del rostro,
presentaba una mirada distante y fría. Poseía en sus manos una carta, se podía
leer perfectamente el nombre de una muchacha pero no ponía lugar sólo el nombre
de la chica y poco más. “Cariño...”, comenzó a leer la carta de nuevo, “tenía
que decirte esto porque ya era demasiado. Al principio de casarnos tuve la
sensación de que estaba haciendo lo correcto, después de eso, pasé unos de los
mejores años de mi vida a tu lado, estaba segura de que eras el hombre perfecto
pero me equivoqué. Desde hace muchos meses, lo nuestro ya no va a ninguna parte
por eso me voy, me voy para no seguir haciéndome daño. Espero que lo entiendas.
Besos. Te quiero”
“¿Qué me quiere? Menuda… Bueno… lo echo hecho está, y, si
quiso marcharse allá ella…”. Eso pensó el hombre al encontrarse la carta encima
de su escritorio pero nunca se llegó a imaginar que lo iba a pasar tan mal.
Desde entonces, sólo sale de casa para ir al trabajo o hacer algunas compras. Y
desde que pasó todo aquello hace unas cuantas semanas pocas veces se dejó ver
por aquí hasta hoy. “Querrá airearse un poco” pensé, pero, aún así… se nota y
mucho que no lo está llevando demasiado bien.
Unas semanas atrás.
Una muchacha escribía unas líneas rápidamente parecía como
si tuviese miedo a que alguien llegase y no pudiese marcharse a tiempo. Terminó
de escribir lo que le quedaba de carta, lo puso en un sobre y lo dejó encima de
la mesa de trabajo de su marido. Cogió todas sus pertenencias y se marchó, se
marchó hacia su nueva vida. Pidió un taxi, le dijo hacia dónde debía llevarla y
en pocos minutos llegó a un edificio bastante imponente. El taxista dejó las
maletas de la mujer en el suelo, le cobró y se marchó. A los pies de aquel
edificio se encontraba un muchacho que acababa de bajar para recibirla. Corrió
hacia ella y le dio un tierno abrazo seguido de un beso apasionado, ya sin
miedo a que los descubriesen, la mujer
sin miedo a demostrar su infidelidad con su marido.
Yo no lo creia pero funciona de verdad!! Envia este mensaje a 10 personas y despues entra a http://bit.ly/rr9PEr y mira el nombre de la persona que te ama!!!!
ResponderEliminarQué tremenda historia... y lo peor de todo es que, menos literario, pero suceden estas cosas.
ResponderEliminarLindo blog.
Cariños.
www.casaosconmigo.com
Muchas gracias CasaosConmigo, me alegro de que te haya gustado. Sí, en efecto éstas cosas pasan. Muchas gracias de nuevo. ¡Besos!.
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