Lunes por la mañana. Siete y cuarto.
“Que coñazo”, pensó. Se le habían olvidado las llaves, tendría
que pegar en el timbre para poder entrar en su casa. Pulsó el pequeño botón y
de inmediato le abrieron, entró en casa y vio a su padre sentado en el sillón
leyendo el periódico. No le dijo nada al chico sólo se limitó a sonreírle y a darle
los buenos días, su madre, como siempre a esas horas ya habría preparado el
desayuno y dejado listo para que cuando llegase se lo tomase. Ella al ver a su
hijo le dio un beso de despedida y se marchó al trabajo.
El chico entró al servicio y se miró en el espejo, sonriente
y bastante feliz, luego se lavó la cara y fue a su cuarto a cambiarse
rápidamente. Antes de ir a desayunar comenzó a meter los libros para ese día, “joder…
los deberes…” el chico se había olvidado de hacerlos, aun que se los pediría a
alguna amiga suya porque seguramente sus amigos no los tendrían como de
costumbre.
Se peinó un poco y fue corriendo a la cocina a tomarse el
desayuno, en el camino de su habitación a la cocina observó que su hermano
mayor se iba ya a la universidad, estaba haciendo derecho, al chico esa
profesión le parecía interesante y varias veces se había planteado hacerla pero
ahora no estaba seguro del todo de lo que quería hacer, sus padres le estaban
intentando convencer de que hiciese esa carrera es más ya se habían hecho a la
idea de que sus dos hijos harían lo mismo, ya les habían planeado el futuro aun
que… al muchacho no parecía agradarle la idea. Lo que él realmente quería era
ser escritor o artista, le gustaban las materias en las que podía expresarse libremente,
ser él mismo. Cogió un cuaderno, era como su diario personal, comenzó a leerlo.
Primero leyó sus primeros días de instituto de cómo le fue, luego los primeros
amigos y a medida que iba leyendo empezó a leer sobre ella… de cómo la conoció,
aunque de eso os hablaré después; de su sonrisa, de sus preciosos ojos color
avellana, le gustaba su mirada… una mirada dulce y a la vez fuerte, segura de
sí misma, le gustaba todo de ella pero sobre todo le gustaba esa pequeña rareza
que tenía ella de hacer las cosas que parecen difíciles en algo tan simple como
pasar la hoja a un libro. Algo le despertó de aquellos pensamientos, era su
padre, advirtiéndole de que si no se daba prisa llegaría tarde al instituto.
Guardó el cuaderno y fue lo más rápido que pudo.
Llegó a tiempo por milésimas de segundos. Entró a clase de
inglés, pero no entró con el rostro adormilado como siempre, sino, más bien con
el rostro más hermoso y feliz que se pudiese ver en ése aula. De entre todas
esas personas había uno que destacaba sobre las demás personas, su mejor amigo
desde que tenía uso de razón, él… uno de los mejores amigos que se podía tener.
En cierto modo podía parecer el típico chico arrogante, terco, juerguista e
infantil pero en el fondo era un muy buen amigo, un amigo que si le necesitabas
estaría allí para reír o darle una buena a quien se atreviese a meterse con la
gente que le importaba, así era él.
Nada más vio al chico se le acercó con esa sonrisa infantil
y despreocupada de todo que a tantos gustaba y a tantas enamoraba. El muchacho no
esperó al recreo y le contó todo lo ocurrido la noche anterior al muchacho, a
lo que éste le escuchaba muy atento y al finalizar el relato, sonrió mucho a su
amigo pero, aquella sonrisa le estaba pesando demasiado ya que él se había
llevado a la mujer de la que se había enamorado desde hace varios meses…
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