martes, 11 de octubre de 2011

Capítulo 4: Ellos.


Lunes por la mañana. Siete y cuarto.

“Que coñazo”, pensó. Se le habían olvidado las llaves, tendría que pegar en el timbre para poder entrar en su casa. Pulsó el pequeño botón y de inmediato le abrieron, entró en casa y vio a su padre sentado en el sillón leyendo el periódico. No le dijo nada al chico sólo se limitó a sonreírle y a darle los buenos días, su madre, como siempre a esas horas ya habría preparado el desayuno y dejado listo para que cuando llegase se lo tomase. Ella al ver a su hijo le dio un beso de despedida y se marchó al trabajo.

El chico entró al servicio y se miró en el espejo, sonriente y bastante feliz, luego se lavó la cara y fue a su cuarto a cambiarse rápidamente. Antes de ir a desayunar comenzó a meter los libros para ese día, “joder… los deberes…” el chico se había olvidado de hacerlos, aun que se los pediría a alguna amiga suya porque seguramente sus amigos no los tendrían como de costumbre.

Se peinó un poco y fue corriendo a la cocina a tomarse el desayuno, en el camino de su habitación a la cocina observó que su hermano mayor se iba ya a la universidad, estaba haciendo derecho, al chico esa profesión le parecía interesante y varias veces se había planteado hacerla pero ahora no estaba seguro del todo de lo que quería hacer, sus padres le estaban intentando convencer de que hiciese esa carrera es más ya se habían hecho a la idea de que sus dos hijos harían lo mismo, ya les habían planeado el futuro aun que… al muchacho no parecía agradarle la idea. Lo que él realmente quería era ser escritor o artista, le gustaban las materias en las que podía expresarse libremente, ser él mismo. Cogió un cuaderno, era como su diario personal, comenzó a leerlo. Primero leyó sus primeros días de instituto de cómo le fue, luego los primeros amigos y a medida que iba leyendo empezó a leer sobre ella… de cómo la conoció, aunque de eso os hablaré después; de su sonrisa, de sus preciosos ojos color avellana, le gustaba su mirada… una mirada dulce y a la vez fuerte, segura de sí misma, le gustaba todo de ella pero sobre todo le gustaba esa pequeña rareza que tenía ella de hacer las cosas que parecen difíciles en algo tan simple como pasar la hoja a un libro. Algo le despertó de aquellos pensamientos, era su padre, advirtiéndole de que si no se daba prisa llegaría tarde al instituto. Guardó el cuaderno y fue lo más rápido que pudo.

Llegó a tiempo por milésimas de segundos. Entró a clase de inglés, pero no entró con el rostro adormilado como siempre, sino, más bien con el rostro más hermoso y feliz que se pudiese ver en ése aula. De entre todas esas personas había uno que destacaba sobre las demás personas, su mejor amigo desde que tenía uso de razón, él… uno de los mejores amigos que se podía tener. En cierto modo podía parecer el típico chico arrogante, terco, juerguista e infantil pero en el fondo era un muy buen amigo, un amigo que si le necesitabas estaría allí para reír o darle una buena a quien se atreviese a meterse con la gente que le importaba, así era él.

Nada más vio al chico se le acercó con esa sonrisa infantil y despreocupada de todo que a tantos gustaba y a tantas enamoraba. El muchacho no esperó al recreo y le contó todo lo ocurrido la noche anterior al muchacho, a lo que éste le escuchaba muy atento y al finalizar el relato, sonrió mucho a su amigo pero, aquella sonrisa le estaba pesando demasiado ya que él se había llevado a la mujer de la que se había enamorado desde hace  varios meses…


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