Intento buscarme a mí misma y no obtengo resultado. Intento
comprender mejor qué me ocurre para intentar solucionar mis altibajos pero nada…
No obtengo resultados de ninguna manera.
Lentamente, me fijo en aquel objeto cuadrado y cristalino.
No me veo a mí sola, veo a dos personas igual que yo en aspecto pero con
distintas miradas. ¿Qué hacen? Están discutiendo, están librando una batalla interior
muy profunda. Una llena de fuerza y determinación intenta vencer a mi yo débil
e insegura, aunque sus diferencias de fuerza no son las mismas, la más débil se
intenta defender de la fuerte, rugiendo como leonas, una batalla que parece no
acabar nunca ¿y quién es la perjudicada? YO… la espectadora de aquella batalla
de dos partes iguales en aspecto pero muy opuestas en carácter.
Harta… de aquella batalla sin sentido, me llevo las manos a
la cabeza para intentar no escucharlas gritando pero es inútil, las escucho
dentro de mí, no aguanto más la presión, alzo el puño y con un fuerte golpe
rompo el espejo con la finalidad de acabar con aquella guerra. Aún así…es inútil
ya que no puedo librarme de mí reflejo interno que siguen batallando dentro de
lo más profundo de mí ser…
Mirando la pantalla del ordenador con la mirada perdida,
hablando con ella, su mejor amiga. Sentía mucha opresión en el pecho y
necesitaba contárselo. Al principio, dudó un momento en si hacerlo o no pero ya
no aguantaba más y lo soltó…
+Tía ¿sabes en qué pienso todos los días en el colegio o en
casa?
-No, ¿el qué? Dímelo.
+En clase estábamos haciendo lo de siempre y estábamos ella
y yo en silencio haciendo lo que nos habían pedido y… me puse a pensar en todo,
en el día en que llegué, en que te fui conociendo más y más y te convertiste en
mi mejor amiga. También pensé en que este curso no es como antes, en que echo
mucho de menos estar las tres juntas, echo de menos eso…
-Yo también y mucho…
+También me pongo a pensar en el miedo que tengo… tengo
miedo de pensar que no seré lo suficientemente buena para pasar y graduarme.
-Tonta eres, siempre lo has hecho todo bien y este curso
también, así que no te preocupes.
+Sí, ya… pero… ¿qué haré cuando todo termine? Cariño, estoy
preocupada porque ahora que sabía lo que quería se me presenta un nuevo camino,
uno en el que creo que me iría bien pero no sé… no sé lo que quiero. Sé que es
verdad que es muy pronto que piense en esto ahora, pero sabes cómo soy, pienso
siempre en el futuro y eso verdaderamente me aterra… Más de lo que crees…
-Ya… pero tía aún tienes tiempo…
+Lo sé…
Mientras tenían esa conversación, unas pequeñas gotas de dolor
salieron de sus ojos. Quería decirle mucho más, tantas cosas…
Por la noche, cuando se tumbó en la cama cogió su móvil y
empezó a escuchar música para ayudarla a conciliar el sueño. De pronto, una
canción sonó y se puso a pensar nuevamente en ello. Pensó en el día en que se
gradúe, en esa palabra que tanto miedo le daba…”bachillerato”, pensó en lo sola
que se sentiría sin ellas, una seguiría en el colegio y otra empezaría a hacer
lo que tanto le gustaba y se le daba muy bien. Sé que cuando llegue a ese sitio
lleno de arte estará de lo mejor y la otra no estaría sola en el colegio que también estará bien pero… ¿qué haré yo sin ellas? ¿Cómo será mí
día a día en un sitio que apenas conozco? ¿Me sentiré sola…? Como decía esa
canción; “Que
cuando me vaya, no caiga una lágrima por mí,que sólo quede
la amistad...tantos sueños
que recordar...”, sonando aún más fuerte en mi interior…
“¡Lista!” pensé. Ya estaba lista para irme, como siempre le
di un beso a mis padres despidiéndome de ellos, aunque no tenía demasiadas
ganas de salir ya hacía mucho tiempo que no lo hacía y tuve que ir con las mejores
de mis sonrisas y locuras preparadas.
Caminando sola por la calle, escuchando
música a todo volumen, llegué lo más rápido que pude a donde me estaban
esperando. Llegué la última, los saludé a todos con un beso y un abrazo, luego
tuvimos que recoger a un amigo de él y nos presentó.
Al principio, me sentía de lo mejor haciendo de las mías
ellos se reían y me empecé a reír forzadamente pero después de diez o quince
minutos en los que había empezado a hacer tonterías… “Anda, cállate ya y deja
de hacer la payasa” “¡Joder tía qué vergüenza!” “Si lo llego a saber no vengo”
palabras como esas se repetían constantemente, pensé que era hora de parar que
ya les molestaba así que dejé de hacerlo pero algo me dolió. Constantemente
diciéndome en el instituto qué me pasaba que estaba muy seria y ahora que
estaba “bien” me decían que parase...
Caminando en silencio, sin decir nada, me di cuenta que dos
se habían puesto a hablar delante de mí y dos hablaban detrás de mí, y yo
estaba… ¿sola? Sí, jamás me había sentido tan sola como hoy. Sé que muchas
veces prefiero estar así sin que nadie me “tocase las narices” por así decirlo
pero hoy quería que alguien me diese un fuerte abrazo, que alguien me apretase
la mano haciéndome sentir que no estaba sola, que me hubiese dicho que la mala
racha que llevaba sería pasajera y que dentro de poco estaría bien pero no…
nadie estaba allí para decírmelo y aún así lo comprendo ya que no suelo hablar
de mis penas, ni siquiera con mis mejores amigos.
Al finalizar la tarde, uno se tuvo que ir en autobús y lo
acompañamos hasta la parada, y los otros tres como vivían cerca se fueron y yo
seguí hacia delante con los auriculares puestos y nadie se dio cuenta de las
pequeñas lágrimas que se estaban formando en mis ojos aunque me esforcé en
guardarlas. De pronto sentí unas ganas enormes de que viniese alguien con una
gran sonrisa, me abrazase y quedarnos un rato largo así, verdaderamente quería
eso pero de nuevo yo estaba…sola.
Abatida llegué a mi casa con una sonrisa que me pesaba ya
demasiado, no aguantaba más, quería gritar todo lo que tenía y nunca lo hacía
porque no quería que nadie viese lo afligida que estaba, no tenía ganas de
nada, ni de comer, ni de reír… Me encerré en el cuarto y me fijé en el peluche
que estaba encima de la estantería y me alegré de tenerlo, él siempre estaba
allí para abrazarlo y apretarlo contra mi pecho cuando estaba mal y perfectamente
sabía que esta noche me quedaré dormida junto a él.
Princesa que vives en ese reino de amargura y soledad,
princesa que te ahogas cada noche en tu lamento
queriendo saber tantas respuestas de tantas preguntas.
Princesa que gritas hacia dentro,
como un veneno que se extiende poco a poco en tu ser,
necesitando que venga alguien y te dé un fuerte abrazo
como si del fin del mundo se tratase.
Princesa que pintas con un pincel llamado tristeza,
de negro turmalina,
tu mejor lienzo que es tu vida.
Princesa que te acuestas con lágrimas abundando tus ojos
y por la mañana despiertas con esa sensación de cansancio,
apretando con fuerza tu pecho,
pensando en el motivo de tu desgane.
Princesa que cada vez más vas sintiendo
poco a poco ese frío intenso
que te hace temblar.
Princesa que miras por la ventana de tu castillo,
con la luna observando tu semblante pálido,
imaginando un mundo que no es éste,
uno en el que toda pregunta tiene su respuesta,
uno en el que toda miseria que sientas se invierta,
uno en que no sientas que eres menos que todos,
uno en que puedas ayudar a curar a otros,
uno en que puedas ir a donde sea sin decir nada,
uno donde no puedas esconderte y ser quien eres,
uno en que no tengas que fingir que todo va bien,
que de tanta felicidad y risa no tengas tiempo de llorar.
Princesa que te muestras fuerte, acorazada ante todo
protegiendo tu debilidad
y aún así no consigues lograrlo.
Princesa que habías creído encontrar al príncipe
pero lo único que vistes eran ranas disfrazadas.
Princesa… la vida no es como lo cuentan los cuentos,
ni los más bellos poemas o versos,
la vida es… todo lo que te rodea, todo aquello que
experimentas, todo aquello que ves, todo aquello que dices, todo aquello que
callas, todo… pensando que es un nada infinito.
+¿Nada? Si no te pasara nada no tendrías esos ojos…
-¿Por qué lo dices?
+Lo digo porque puedo ver más allá de ellos.
-¿Qué ves en ellos?
+Pues… veo que detrás de ese brillo y fuerza que tienen se
esconde una chica llena de dudas, cuestionándose mil cosas sin ninguna
respuesta. Detrás de ellos puedo ver a alguien que no puede responder el motivo
por el que se llenan de lágrimas cada día, el motivo por el que se tumba en su
cama con la mirada perdida absorta en sus pensamientos y siente un grito
interior que no puede explicar pero que le oprime el pecho sin poder dejarla
respirar. Detrás de ellos puedo ver a una persona que le gustaría salir
corriendo sin decir nada a nadie e ir a un lugar donde le gustaría poder gritar
todo lo que lleva por dentro, llorar como una niña pequeña y quedarse dormida
en cualquier lugar con el alivio de poder haber hecho eso. Detrás de esos ojos llenos
de preciosas gotas cristalinas pude ver la sangre derramada por el dolor tan
intenso que llegó a sufrir. Pero me sumerjo aún más en lo más profundo de su ser…
-¿Qué ves…?
+Veo una persona que siente que es un alma vacía, que cada
puto día que pasa se cae y aún así sigue levantándose aunque no tenga fuerzas
ni ganas para hacerlo. Veo que es una persona cobarde que tiene miedo a pedir
ayuda a contar lo que le sucede porque ni ella misma puede explicar lo que le
pasa y sé que si sigue así llegará a ser verdaderamente un cuerpo sumergido en
un profundo frío interior…
"Caerse, limpiarse las lágrimas, volver a levantarse y sin fuerzas esbozar una triste sonrisa"
+¡Anda! Mira estos pendientes para ti que son iguales que
las cuchillas para cortarse, como a ti te gusta cortarte…
+Los que se cortan sólo lo hacen para llamar la atención –No,
lo hacen porque sufren +No, hazme caso lo hacen para llamar la atención.
Y mientras escuchaba esas palabras y la conversación que
mantenían ellos dos, me empecé a encoger poco a poco, sentía unas ganas de
gritarle que se callase la puta boca, que no tenía ni idea de lo que es eso,
que si cree que es para llamar la atención está muy equivocada, que debería
aprender a callar porque así hubiera evitado que me entrasen unas ganas de
gritarle en su cara todo lo que tenía guardado. Pero no lo hice…me callé como
siempre sufriendo aquellas palabras en silencio como siempre he hecho y siempre
hago… SIEMPRE, jodiéndome yo, sin tener ni idea que esas palabras entraron en
mí mucho más dolorosas y fuertes que cualquier corte que me hacía antes. Con la
mirada agachada queriendo tanto que decir… Una de ellas me estaba mirando todo
el rato y con cara de preocupación me preguntó “¿Lo has vuelto a hacer?” yo,
sinceramente, le respondí que no, que no lo había vuelto a hacer y sin nada más
que decir me limité a escuchar y a sufrir por dentro mientras nadie se daba
cuenta de la afilada cuchilla que estaba entrando en mi cuerpo. De pronto, en
mi cabeza sonó esa canción que había escuchado infinidad de veces y de toda la
canción sólo se repetía una y otra vez el título de la canción “Hey baby, can
you bleed like me?” ¡Eso es! “Hey baby, ¿puedes sangrar como yo?” Sí…verdaderamente
¿podía ella sufrir las palabras que dijo? ¿Podía estar pasándolo mal como yo lo
estaba haciendo en ese momento? Seguramente no, ya que ni me miraba al decirlo.Lágrimas derramándose dentro de mí, recordando todo aquello...
“Doodle
takes dad's scissors to her skin
And when
she does relief comes setting in
While she
hides the scars she's making underneath her pretty clothes
She sings:
Hey baby
can you bleed like me?
C'mon baby
can you bleed like me?
You should
see my scars
You should
see my scars
You should
see my scars
You should
see my scars
Try to
comprehend that which you'll never comprehend
Try to
comprehend that which you'll never comprehend
Just try to
comprehend that which you'll never comprehend
Try to
comprehend that which you'll never comprehend
Y así, despidiéndome lo más rápido que pude corrí hacia mi
habitación, me tumbé sobre la cama, elegí mi canción favorita, con la que más
lloraba y me sentía bien al tenerla de compañía. Me quedé observando la
almohada, me concentré en la canción y de inmediato volvieron a formarse de
nuevo las lágrimas que aún quedaban por derramarse ese día.
Tumbada, sin ganas de nada, llorando desgarradamente… Que
irónico pensé, toda mi vida había sido fuerte sin llorar aunque quisiera y
ahora… cada puto día que pasa no hago otra cosa que hacer eso. De pronto y sin
saber porqué se me vino a la cabeza una frase que me quedé reflexionando sobre
ella: “No hay mayor causa del llanto que no poder llorar”. Pensé en todo ese
día en las ganas que había tenido toda la mañana en el colegio de querer
hacerlo pero no podía. Me veían mal y me preguntaban, aunque conseguí
engañarlos a todos justificando que sóloera cansancio. Por la tarde igual iban aumentando las ganas pero no
podía hacerlo, tenía que hacer como siempre…fingir, una de las cosas que mejor
se me da. Haciendo estupideces como siempre, pensando en que no se estaban
dando cuenta de nada, de lo que realmente quería es estar en mi casa y no allí,
de que no tenía ganas de nada y aun así ahí me tenían con las mismas tonterías
de siempre, muriéndome por dentro, fingiendo unas lágrimas transformadas en
sonrisas falsas.
Personas… personas que son felices haciendo lo que les
gusta, personas que ya lo tienen todo pensado o están casi seguros del camino
que quieren seguir. Yo también sabía qué camino tomar, estaba segura y con los
ojos iluminados por mi decisión como el resto de algunas personas que conozco,
pero… ahora no estoy tan segura de eso.
Dudas. Sé que soy una persona llena de inseguridades, una ignorante, pero,
jamás me entraron tantas dudas hasta hoy. Pensando, sentí que mi camino estaba
dirigido en dos direcciones y ahora ya no sé que escoger. ¿Estaré segura cuando
lo tenga que decidir? Puede que sí o… puede que no…
¿Qué quién es ÉL? Sí, ÉL, en mayúscula. Para mí no es mi
amigo, es mi mejor amigo, el motivo por el que sigo sonriendo aún, lo mejor que
me ha pasado en mi vida, la persona que más quiero, a la que más le muestro mis
emociones; a la que sé que puedo contarle todo, quién sabe, de una manera u
otra, sacarme una sonrisa en mis peores momentos, ÉL… quién convierte una
lágrima mía en varias risas, que aun que no nos veamos siempre para mí con sólo
cerrar los ojos puedo imaginarlo riéndose a más no poder.
Me gustaría poder describirlo pero me sobrarían adjetivos
para poder hacerlo. Romántico, cabezota, alegre, cariñoso… sí así ÉL. Me gusta
todo de ÉL, la cara de vergüenza que pone cada vez que hago algo que le avergüenza
pero luego se parte de risa, las tonterías que hacemos cuando nos ponemos la
cam, cuando dice “¡Voy a hacerlo!” y luego me dice que por favor lo haga yo que
le da vergüenza, cuando nos “peleamos” por quién quiere más al otro, cosas…
pequeñas cosas que le hacen ser muy especial y me hacen reír, cosas que me
gustan repetir o cosas nuevas que me gustaría hacer, pasárnoslo bien y tener
esa sonrisa tan especial que hace que todos mis males se vayan.
Me pide que cuando esté mal no preocupe por él pero… lo
siento… ¿cómo no quiere que me preocupe? Si es lo más grande y bonito que tengo
en mi vida. ÉL… sus cosas… nuestra amistad… nuestra “relación profunda” como lo
llama… todos los buenos momentos que están grabadas en fotos y en nuestros
corazones… las lágrimas que compartimos por esa película… las lágrimas que
compartimos esa vez a distancia… las risas que compartimos por tonterías
nuestras… por la risa tonta que siempre nos da sin motivos… por el hecho de que
lo tengo y lo tendré siempre me hace sentir de lo mejor.
Si alguna vez me dijesen que es para mí, posiblemente no
podría contestar porque lo que siento por ÉL, mi mejor amigo, mi compañero de
locuras… no se podría explicar sólo sentir. Lo que sí puedo decir es que lo
quiero mucho y que siempre que necesite de mí, allí estaré. ¡TE AMO CARIÑO, ERES LO MÁS BONITO QUE TENGO!
Noche. Noche de amor. Noche de lágrimas. Noche de celos.
Noche de amigos. Noche donde las estrellas brillaban más para unos que para
otros. Noche que empezó en los pensamientos de ellos dos.
Lunes, tarde/noche.
Cuatro de la tarde. La chica impaciente por querer hablar
con él, por querer decirle tantas cosas que nunca se atrevió y que no dijo la
noche anterior, se conectó rápidamente al chat para ver si se había conectado.
Bajó rápidamente la lista de nombres conectados se detuvo un momento a la vez
que se llevó una desilusión, no estaba. Se quedó mirando embobada la parte en
la que se suponía que debía de estar él… sólo vio a su mejor amigo conectado al
que a ella le caía muy bien a pesar de que él por ella sentía algo más que una
amistad. Comenzó a hablarle ella a él.
En otra parte…
No se lo podía creer…¿ella? ¿Qué hacía ella hablándole a él?
En parte quería que hablar con ella pero por otra quería que lo dejase
tranquilo, que olvidase hasta como se llamaba pero el sentimiento de querer
hablar fue más poderoso y comenzó a hablarle muy contento. Poco a poco la conversación estaba resultando
aún más animada, lo que le hacía feliz y daño a la vez. La chicha empezó a
preguntarle sobre él, en si le había comentado algo o si sabía dónde se había
metido, a lo que a este empezó a sentir como si mil espinas afiladas y llenas
de dolor se le iban incrustando poco a poco hasta dejarlo completamente
dolorido. Como de costumbre, fingiendo, le dijo que no sabía nada de él. Se
conectó y él no quería permanecer más rato hablando con ella así que se
despidió animadamente con ella y se fue más dolorido que por la mañana.
En casa de la chica…
¡Se había conectado! Cuando iba a hablarle él se adelantó a
ella lo que le provocó una enorme sonrisa en su rostro, se despidió del otro
muchacho, “que pena”, pensó le apetecía seguir charlando un poco más con él. La
conversación entre él y ella, aunque sonase un poco cruel con el otro chico, le
estaba gustando más que la que había tenido recientemente con el amigo.
Bastaron muchas palabras, adjetivos, verbos, etc… para decirle al muchacho todo
lo que sentía por él, todo lo que hacía que para ella le hacía sentirse de lo
mejor, todos y cada uno de los momentos que compartieron juntos… TODO…
Por parte de él…
Nada más terminar un par de cosas que tenía que hacer se
conectó rápidamente para poder hablar con ella, buscó con los ojos iluminados
el nombre más bellos que tenía en toda su lista… ¡Estaba! Corriendo la saludó a
lo que esta le respondió. Poco a poco ella le iba diciendo cosas preciosas que
no pudo evitar que le saltasen un par de lágrimas, era lo más bonito que le
habían dicho, ni siquiera ella… otra persona que había hecho que su corazón
latiese lo más rápido posible, pero eso es agua pasada… Ahora lo único que
verdaderamente le importaba era ella… la persona que le gustaría tener para el
resto de su vida.
Hablaron un poco de todo, de cosas típicas, de cosas
divertidas, de cosas que al fin y al cabo disfrutaban hablando por mínimo que
fuese. Entre charla y charla tuvieron la idea de que querían juntar en una cena
a amigos de ambos, donde querían darles la noticia. No lo pensaron más e
invitaron a algunos amigos, donde se tendrían que reunirse con ellos en el
lugar donde a menudo frecuentaban.
Más tarde…
A medida que pasaban los minutos iban llegando, unos
llevaban esperando varios minutos, unos se retrasaron y otros simplemente se
adelantaron. Cuando ya estuvieron todos
entraron al local, era bastante amplio y agradable. Pidieron la comida, se sentaron
hasta que se la trajeran. Ambos estaban algo nerviosos al comenzar a contarles
a sus amigos que la el día anterior se habían convertido en pareja, a lo que al
terminar de relatarlo todos esbozaron una gran sonrisa por ellos.
Después de un rato la cena fue llevada a la mesa por una
chica bastante guapa, parecía que tenía que tener la misma edad de los
muchachos o un poco más, al llegar a la mesa tanto el chico como ella se sorprendieron
al verse. El silencio que se había formado fue roto por uno de los integrantes
del grupo, que al mirar la reacción de los dos, preguntó si se conocían de
algo, a lo que ellos respondieron que sí, que hace un año y medio habían sido
pareja pero cortaron por una discusión, al oír aquellas palabras la muchacha
sintió una espinita en el estómago, una espina llamada “celos”.
Mientras cenaban, la otra chica y el chicho hablaron muy
abiertamente lo que hizo que la espina de la otra se hiciera más grande, llegó
a tal punto que dejó su parte del dinero de la mesa de un golpe y se marchó. Al
verla así el chico fue corriendo tras de ella, la aferró con la mano y
empezaron a discutir. Ella con lágrimas de rabia en los ojos empezó a decirle
palabras mal sonantes a él, a lo que este comprendió que hizo mal al pasar de
ella. No pudo verla más así, así que le dio un fuerte abrazo haciendo que ésta
se debilitara y le siguiese el abrazo seguidamente después de un tierno beso.
Noche de celos que acabó en noche de amor
.
Por otra parte, alguien que había estado observándolos todo
el rato sintió una gran punzada en el pecho no quería seguir viéndolos, así que
pidió a los otros que lo despidieran de los otros dos y se marchó inventándose
una de sus escusas. Caminando solo en la
penumbra de la noche, con el recuerdo de su mejor amigo y de ella repitiéndose
una y otra vez en su cabeza. No pudo más necesitaba desconectar, se puso los
auriculares y empezó a deleitarse de una canción bella a la par que triste.
Sentada, con la mirada perdida, de pronto una pantallita se
encendió. Era mi mejor amiga hablándome y preguntándome que como estaba, le
dije que bien pero en realidad no era así... No tenía ganas de nada y mucho
menos de estar acompañada. Me preguntó si podía salir y me inventé una excusa
para no ir seguidamente me despedí de ella y de otro chico más. Me vestí lo más
rápido que pude, no quería estar ahí… rodeada de mi familia, quería salir… pero
sola, no quería que nadie supiese que no estaba bien.
Cabizbaja, tapándome la mirada con el pelo, andando despacio
y con la única compañía de la música, admirando a cada persona que veía feliz y
riéndose. De pronto, no sé porqué una pequeña sonrisa se dibujó en mi cara ¿por
qué sucedió? ¿Por ver a personas felices? Sí, eso pensé.
No sabía hacia dónde ir, pero, sentí el impulso de ir hacia
allí. Sentí ese impulso de que algo me decía que debía estar allí, que allí me
sentiría bien. No lo pensé dos veces me subí rápidamente en cuanto abrió la
puerta, me senté en la última fila como de costumbre en el lado del cristal,
apoyando mi cabeza en él y empezaron a sonar las canciones más tristes que
tenía. Se puso en marcha, me sentía bien ya que sabía que pronto estaría allí.
Poco a poco me acercaba a mi destino, me sentía feliz a la
vez que me entró una repentina nostalgia llena de recuerdos de un maravilloso
verano, recuerdos que me gustaría repetir.Me bajé y comencé a caminar, no sabía hacia dónde ir así que mis pies lo
decidieron por mí. El primer destino fue el lugar donde fui hace unos meses
atrás, donde di una inesperada sorpresa a mis amigos, el segundo fue un largo
paseo por la playa. De mientras caminaba por allí, empezó a sonar una canción
que me describía, una canción cantada por mi diosa.
Luego, seguí otra vez a mis impulsos y me fui de la playa
para ir a ver a una persona que hacía mucho que no nos veíamos. Casi al llegar,
a lo lejos, pude ver una pareja que me resultaba familiar, poco a poco me di
cuenta que eran dos amigos míos, hablé un poco con ellos y me fui a verla. No
estaba… así que decidí irme ya a casa. En la parada volví a encontrármelos, al
ir hacia donde ellos estaban la chica me dijo “Vente a casa de él conmigo, nos
necesita”. Al escuchar sus palabras decidí que debía cambiar la cara, de que
debía mostrarle tanto a la pareja como a él que estaba bien. Ya, en su casa, intentamos
que se pusiera bien y cada vez que nos quedábamos solas le susurraba que
debíamos hacer algo para animarlo…
Vuelta a casa, me sentía de lo mejor por el hecho de haberle
hecho de reír y que se lo hubiese pasado bien. Pero… ahora volví a recaer con
el mismo sentimiento que de hace tan solo unas horas…Con la compañía de una
canción que había estado resonando en mi cabeza todo el día…
Días en los que me gusta disfrutar de todo. Días en los que
lo veo todo oscuro.
Días en los que me acuesto con lágrimas en los ojos. Días
que río a más no poder cuando me levanto.
Días en los que me siento fuerte. Días en los que me
gustaría abandonar y rendirme.
Días que prefiero pasarlo sola. Días en los que quiero
sentirme acompañada.
Días en los que escucho una canción y me empiezan a salir
lágrimas. Días en los que descubro una canción o una que ya conocía que me
levantan el ánimo.
Días en los que no tengo ganas de nada. Días en los que
tengo ganas de todo.
Días que me encuentro irritable. Días en los que soy afable.
Días en los que soy infantil. Días en los que soy adulta.
Días que soy el centro de atención. Días que apenas se
acuerdan de que estoy ahí.
Días en que paso de todo. Días en que todo me importa.
Días que quiero volver a repetir. Días que quiero borrarlos.
Días en que estaba bien y a los pocos minutos estaba mal.
Días en los que finjo estar bien. Días en que no puedo
ocultar lo que siento.
Días en los que me gustaría pegar a alguien.
Días que siento tanta rabia que no puedo evitar gritar a
alguien que no se lo merecía.
Días en los que me encierro en mí misma. Días en los que
comparto mis sentimientos.
Días que no puedo evitar llorar por quien me importa.
Días en los que no distingo entre estar feliz y estar
triste.
Días en los que digo que no soy nada en comparación con otros.
Días en los que no comprendo nada. Días en los que sé todo.
Días en los que me despierto asustada. Días en los que me gustaría no haber despertado de un bonito sueño.
Días en los que me gustaría escapar de la realidad. Días en los que no quiero que acaben nunca.
Por esos días en los que descubro que al fin y al cabo… soy
una persona.
Palabras como esas se repiten casi a diario, como un disco
rayado. Sí, tengo muy bien claro lo que quiero y sé que será difícil pero…
¿acaso en la vida no es superar las dificultades?, o eso me dijeron. Aunque
también me da miedo pensar en eso, en cómo será, en si lo conseguiré, en si
podré afrontar lo que me echen, el futuro… Sí, no puedo negar algo que es tan
obvio, me da pánico pensar en todo eso en lo que vendrá más adelante, sé que la
vida es ahora pero no puedo evitarlo. No puedo evitar ese miedo que siento al
pensar en lo que sucederá, ¿será por el hecho de que temo a lo desconocido?
Quizá sí, ya que no puedo evitar asustarme demasiado por algo que no puedo ver
cómo será.
Miedo y admiración eso es lo que siento. Miedo de creer que
no podré y admiración a todas aquellas personas que si lo lograron, pero… ¿y
yo? ¿Estaré lista para cuando todo llegue? ¿Seré capaz de levantarme cuando me
caiga? A veces lo dudo, a veces siento tanta frustración que se me escapan un
par de lágrimas… ¿que por qué? Porque cada día que pasa es igual, siempre es lo
mismo, la misma rutina, las mismas preguntas que no tendrán respuestas hasta
que crezca lo suficiente como para comprenderlo; también por la melancolía que
siento al saber que voy creciendo y que dejé mucho tiempo atrás la infancia,
los recuerdos… Recuerdos que algunos se me quedaron bastante marcados y otros
que vagamente recuerdo, recuerdos… alegres o tristes, da igual son recuerdos
que se echan mucho de menos, que nunca repetiremos sólo porque tenemos que
hacer como todo ser humano hace en su vida… CRECER.
De todas las personas extrañas que había visto en mi vida,
éste sin duda se llevaría el premio en extraño. Había permanecido sentado,
desde las cinco hasta las seis menos cuarto, sentado en aquél banco. Su rostro
parecía cansado y bastante envejecido a pesar de tener unos treinta o treinta y
cinco años, tenía complexión media y parecía tener buen estado físico a pesar
de su rostro. Los cálidos rayos del sol que iluminaban ese día el parque hacían
resplandecer los platinos cabellos de aquel hombre, dejando así una bonita
sinfonía de colores dorados y platinos. Me pareció bastante extraño su
comportamiento ya que llevaba cuarenta y cinco minutos sentado en aquel banco y
no se había movido en todos esos minutos de allí, parecía como si estuviese
esperando a alguien o simplemente le gustaba pasar la tarde allí y admirar todo
lo que le rodeaba como para evadirse un poco de la realidad. En todo caso ya lo
había visto varias veces por allí pero nunca observé en él ese extraño
comportamiento, siempre que lo veía estaba jugando con algún niño o simplemente
paseaba tranquilo y relajado, sin molestar ni perjudicar a nadie. Pero esta vez
era distinto, esa sonrisa que tenía cada vez que jugaba con los pequeños o
hablando con algún amigo o conocido suyo se le había quitado del rostro,
presentaba una mirada distante y fría. Poseía en sus manos una carta, se podía
leer perfectamente el nombre de una muchacha pero no ponía lugar sólo el nombre
de la chica y poco más. “Cariño...”, comenzó a leer la carta de nuevo, “tenía
que decirte esto porque ya era demasiado. Al principio de casarnos tuve la
sensación de que estaba haciendo lo correcto, después de eso, pasé unos de los
mejores años de mi vida a tu lado, estaba segura de que eras el hombre perfecto
pero me equivoqué. Desde hace muchos meses, lo nuestro ya no va a ninguna parte
por eso me voy, me voy para no seguir haciéndome daño. Espero que lo entiendas.
Besos. Te quiero”
“¿Qué me quiere? Menuda… Bueno… lo echo hecho está, y, si
quiso marcharse allá ella…”. Eso pensó el hombre al encontrarse la carta encima
de su escritorio pero nunca se llegó a imaginar que lo iba a pasar tan mal.
Desde entonces, sólo sale de casa para ir al trabajo o hacer algunas compras. Y
desde que pasó todo aquello hace unas cuantas semanas pocas veces se dejó ver
por aquí hasta hoy. “Querrá airearse un poco” pensé, pero, aún así… se nota y
mucho que no lo está llevando demasiado bien.
Unas semanas atrás.
Una muchacha escribía unas líneas rápidamente parecía como
si tuviese miedo a que alguien llegase y no pudiese marcharse a tiempo. Terminó
de escribir lo que le quedaba de carta, lo puso en un sobre y lo dejó encima de
la mesa de trabajo de su marido. Cogió todas sus pertenencias y se marchó, se
marchó hacia su nueva vida. Pidió un taxi, le dijo hacia dónde debía llevarla y
en pocos minutos llegó a un edificio bastante imponente. El taxista dejó las
maletas de la mujer en el suelo, le cobró y se marchó. A los pies de aquel
edificio se encontraba un muchacho que acababa de bajar para recibirla. Corrió
hacia ella y le dio un tierno abrazo seguido de un beso apasionado, ya sin
miedoa que los descubriesen, la mujer
sin miedo a demostrar su infidelidad con su marido.
“Que coñazo”, pensó. Se le habían olvidado las llaves, tendría
que pegar en el timbre para poder entrar en su casa. Pulsó el pequeño botón y
de inmediato le abrieron, entró en casa y vio a su padre sentado en el sillón
leyendo el periódico. No le dijo nada al chico sólo se limitó a sonreírle y a darle
los buenos días, su madre, como siempre a esas horas ya habría preparado el
desayuno y dejado listo para que cuando llegase se lo tomase. Ella al ver a su
hijo le dio un beso de despedida y se marchó al trabajo.
El chico entró al servicio y se miró en el espejo, sonriente
y bastante feliz, luego se lavó la cara y fue a su cuarto a cambiarse
rápidamente. Antes de ir a desayunar comenzó a meter los libros para ese día, “joder…
los deberes…” el chico se había olvidado de hacerlos, aun que se los pediría a
alguna amiga suya porque seguramente sus amigos no los tendrían como de
costumbre.
Se peinó un poco y fue corriendo a la cocina a tomarse el
desayuno, en el camino de su habitación a la cocina observó que su hermano
mayor se iba ya a la universidad, estaba haciendo derecho, al chico esa
profesión le parecía interesante y varias veces se había planteado hacerla pero
ahora no estaba seguro del todo de lo que quería hacer, sus padres le estaban
intentando convencer de que hiciese esa carrera es más ya se habían hecho a la
idea de que sus dos hijos harían lo mismo, ya les habían planeado el futuro aun
que… al muchacho no parecía agradarle la idea. Lo que él realmente quería era
ser escritor o artista, le gustaban las materias en las que podía expresarse libremente,
ser él mismo. Cogió un cuaderno, era como su diario personal, comenzó a leerlo.
Primero leyó sus primeros días de instituto de cómo le fue, luego los primeros
amigos y a medida que iba leyendo empezó a leer sobre ella… de cómo la conoció,
aunque de eso os hablaré después; de su sonrisa, de sus preciosos ojos color
avellana, le gustaba su mirada… una mirada dulce y a la vez fuerte, segura de
sí misma, le gustaba todo de ella pero sobre todo le gustaba esa pequeña rareza
que tenía ella de hacer las cosas que parecen difíciles en algo tan simple como
pasar la hoja a un libro. Algo le despertó de aquellos pensamientos, era su
padre, advirtiéndole de que si no se daba prisa llegaría tarde al instituto.
Guardó el cuaderno y fue lo más rápido que pudo.
Llegó a tiempo por milésimas de segundos. Entró a clase de
inglés, pero no entró con el rostro adormilado como siempre, sino, más bien con
el rostro más hermoso y feliz que se pudiese ver en ése aula. De entre todas
esas personas había uno que destacaba sobre las demás personas, su mejor amigo
desde que tenía uso de razón, él… uno de los mejores amigos que se podía tener.
En cierto modo podía parecer el típico chico arrogante, terco, juerguista e
infantil pero en el fondo era un muy buen amigo, un amigo que si le necesitabas
estaría allí para reír o darle una buena a quien se atreviese a meterse con la
gente que le importaba, así era él.
Nada más vio al chico se le acercó con esa sonrisa infantil
y despreocupada de todo que a tantos gustaba y a tantas enamoraba. El muchacho no
esperó al recreo y le contó todo lo ocurrido la noche anterior al muchacho, a
lo que éste le escuchaba muy atento y al finalizar el relato, sonrió mucho a su
amigo pero, aquella sonrisa le estaba pesando demasiado ya que él se había
llevado a la mujer de la que se había enamorado desde hace varios meses…
Con un suave giro de muñeca abre la puerta de su casa, entra, todo parece tranquilo sus padres parece que siguen aún durmiendo. En silencio entra en su cuarto, se acuesta un rato en su cama asimilando lo que había pasado… el paseo, la playa y él… Siente unas ganas inmensas de saltar sobre la cama, de bailar, de gritarle al mundo lo feliz que era. Sentía una gran sensación dentro de ella, sentía que una leona rugía fuerte en su interior, fuerte y triunfante.
Observó el reloj, decidió darse una ducha rápida. No tardó más de diez minutos, se arregló bastante para ir al colegio. Entró en la cocina y como de costumbre se preparó ella misma el desayuno y se lo llevó al salón, encendió la televisión y empezó a zapear con el mando, no vio nada interesante así que la apagó y se terminó el desayuno rápidamente para no llegar tarde.
Fue casi corriendo al instituto, a pesar de tenerlo al lado, para no llegar tarde y se tuviera que quedar fuera.
Entró sonriente a su aula, saludó a algunos compañeros suyos pero a quien más tenía ganas de ver era a su mejor amiga, más bien debería decir por mi parte que no eran amigas, eran hermanas. Hermanas, no de sangre pero sí de corazón… dos muchachas que siempre se lo contaban todo, que estaban ahí la una para la otra para cuando siempre se necesitasen, que podían ser ellas mismas cuando estaban juntas, que siempre sabían que estaban pensando en cada momento, hermanas… una simple palabra que para ellas significaba tanto…
La amiga se dio cuenta que a la chica le había ocurrido algo demasiado bueno, se dio cuenta por su rostro y porque siempre que le pasaba algo bueno se arreglaba demasiado. La muchacha sabía que su amiga se había dado cuenta de que algo bueno le ocurría pero no se lo pudo contar en ese momento ya que la profesora había entrado en el aula, una profesora que infundía respeto y a veces cierto temor en algunos de sus alumnos y pobre del que se atreviese a hablar en su clase. Las tres primeras horas se hicieron eternas para las dos.
Recreo, “por fin”, pensaron. Se sentaron en su sitio favorito a la vez que era desconocido por muchos alumnos era… por así decirlo o como ellas lo llamaban “Su rincón”. La chica al principio no sabía cómo decirle a su amiga todo lo que había vivido la noche/madrugada del día anterior. Su amiga la miraba con los ojos más iluminados que se podían ver en el mundo y ya impaciente no pudo más y empezó a zarandear a la chica ya que parecía que había volado del mundo.
La muchacha terminó de contarle todo a su amiga, cómo se sentía ayer, cómo le había sentado el paseo, la luna llena, las lágrimas, el encuentro, todo… Su amiga gritó tan fuerte de emoción que asustó a muchos alumnos jóvenes que pasaban por allí.
Abrazándose… llorando de emoción, una por lo que estaba comenzando a vivir y otra por ver a su mejor amiga feliz, simplemente hermanas…
Ella…acostada sobre la arena que estaba aún más fría pero ya no lo nota, sólo siente la cálida sensación del amor. Él…viviendo un sueño con ella, no, no era un sueño era la pura realidad, recostado junto a ella, acariciándola, besándola, haciendo con ella lo que siempre quiso, AMARLA. Sí, desde hacía mucho tiempo él la amaba, recordó el primer día en que la vio… perfecta, él pensó. Sí, siempre le dijeron que las personas perfectas no existían pero para él, ella era todo cuánto quería.
La miraba con ternura, se había quedado dormida disfrutando de aquel momento, de las caricias, de los besos, del amor… Un amor que no llegó a nada más que a eso pero se sintió tan feliz, tan feliz de haberla hecho sonreír cuanto pudo, la quería… la quería como nunca. Ella soltó un suspiro, él con ojos brillantes observaba como su cuerpo lentamente subía y bajaba, parecía tranquila, parecía tan delicada, tan dulce con esa expresión cuando dormía. Miedo… tenía miedo de despertar a aquel ángel que estaba contemplando y admirando.
Las manos de ellas tocaban el pecho del chico… rápido, lento… así iba el corazón de él, disfrutando de ese hermoso momento, haciéndole caricias a lo que más quería. Sin darse cuenta, de sus ojos resbaló una lágrima que calló en los cálidos labios de su amor.
La muchacha abrió rápidamente sus ojos por aquella lágrima que rozaron sus labios, al ver al muchacho llorando lo abrazó, lo abrazó tan fuerte que cayó encima suyo. Eran dos cuerpos felices y llenos de amor bajo el manto de estrellas.
Riing, se escuchó el sonido del móvil de ella. Era su padre bastante enfadado con ella, eran las una de la madrugada y la había llamado siete veces y no hubo ninguna respuesta a aquellas llamadas. La chica se disculpó con él, le contó una de sus muchas mentiras y su padre la perdonó haciéndole prometer que no volvería a hacer eso.
A él también le echaron la bronca por estar a esas horas fuera, él dijo a su padre que iba a quedarse a dormir en casa de un amigo y que volvería temprano para ir al colegio al día siguiente. A lo que ella hizo lo mismo, pequeñas mentiras... Pequeñas mentiras que hicieron quedarse en esa playa toda la noche, disfrutando de aquella maravilla, de aquel sueño del que no querían despertarse.
Oscurecía aún cuando se levantaron, sus rostros no reflejaban sueño alguno sino más bien amor, él… disfrutando de poder ver a su amada mientras dormía y ella… disfrutando de estar al lado de la persona que más había querido en toda su vida…
Pequeñas mentiras que luego serían contadas con ojos ilusionados a sus mejores amigos…
Una muchacha observaba triste y pensativa la ventana, con una expresión de dolor que nunca sintió, ¿acaso estaría enamorada?... Él… la persona que siempre pasaba por su mente a todas horas del día, pensaba en lo feliz que era cuando estaba a su lado, en que todos sus problemas y desfallecimientos se iban con tan solo cruzar unas pocas palabras con él.
Decidida, se puso lo primero que vio, cogió su bolso, unas monedas y se fue de su casa. Fue hasta la estación de autobuses a pie como de costumbre, compró el billete y se subió al autobús, su querido autobús… uno de los mejores lugares que tenía. Se sentó al final como siempre, con la cabeza apoyada en el cristal esperando a que arrancase y la llevase a su lugar favorito. Se puso en marcha dijo adiós con una sonrisa y se puso a disfrutar de ese solitario paseo como si fuera una niña pequeña que fuese en autobús sola la primera vez, le gustaba esa sensación…la sensación de estar sola en ese rato para poder perderse en sus pensamientos.
Poco a poco se acercaba a su destino, eran las siete menos cuarto cuando llegó. Se bajó tranquila en aquella parada delante de la pequeña iglesia, había llegado… se sentía bien allí, se sentía libre, como si fuese su segundo hogar. Bajó hasta el paseo y caminó recto hasta llegar a los túneles, despacio… tranquila… disfrutando de todo aquello, ese lugar verdaderamente para ella tenía algo que la hacía feliz.
Caminó de un lado a otro sin detenerse, sin mirar a nadie, simplemente sintiéndose bien consigo misma. Nueve… empezó a hacer frío y ya anocheció, se tenía que ir pero sus ganas no se lo permitieron, quería quedarse allí para siempre. Bajó hasta la playa, descalza…lentamente… sintiendo la arena bajo sus pies, estaba fría pero le gustaba tanto. Llegó hasta la orilla, se remojó los pies, sintiendo el vello de punta por ese frió contacto en su piel a la vez que disfrutaba esa fresca sensación.
Después, se sentó en la orilla. Miró al cielo, luna llena, una preciosa luna llena que se reflejaba en ella, pintándola de color platino. De pronto miró al horizonte, pensó nuevamente en él, en lo bonito que sería estar junto a él, abrazándose y compartiendo ese momento juntos. Pensando todo aquello le entraron muchas ganas de llorar, para evadirse un poco de esos pensamientos se puso los cascos y salió una de sus canciones favoritas, minutos después lloraba sin parar…
Miró su reloj, había pasado una hora desde que había comenzado a llorar, se encontraba arrodillada tapándose su rostro lloroso. Escuchó un ruido, pasos ¿quizás? No, pensó ella, seguro serían imaginaciones suyas y de pronto unos brazos fuertes la abrazaban, su olor, el contacto con su piel la hizo comprender de quien se trataba… no podía creérselo era él, la persona con la que soñaba cada noche, el motivo de su alegría y de su tristeza, ÉL.
El rostro de este mostraba preocupación, la ayudó a levantarse pero esta no quería se sentía bastante sorprendida a la vez que muy feliz de poder verle. El chico comprendió que no podía levantarse así que se sentó junto a ella, abrazándola sin separarse de ella y ésta reposaba en el pecho de la persona que más quería.
Sí, ahora lo sabía se había enamorado de él, lo que hizo que le entrasen más ganas de llorar. Él se dio cuenta y no pudo seguir viéndola así, la luz de la luna llena hacían brillar más sus lágrimas. Ella quería morirse, quería escapar de allí, se intentó poner de pie pero algo se lo impidió, él sujetaba su cara con ambas manos con el rostro serio y lentamente empezó a acercarse a ella. Cinco…cinco minutos se quedaron bajo la luz de la luna, besándose y abrazándose hasta que se robaron el aliento mutuamente… Disfrutando de aquella noche bajo la luna llena y las hermosas estrellas que alumbraban la noche y más en especial a