sábado, 26 de noviembre de 2011

Capítulo 7: Cine y campanadas.


Un mes después, en una calle abarrotada de gente.

Álex y Claudia caminaban fuertemente agarrados de la mano. Habían quedado para ver una película que se llamaba “Mírame a los ojos”. Nada más llegar a las taquillas tuvieron que esperar media hora de cola, aquella película se había convertido en una de las más vistas desde que se estrenó. La historia trataba de un romance entre Geraldine, una joven que pertenecía a la aristocracia más poderosa de su país, y James, un aristócrata de mucho prestigio al igual que Geraldine. Pero a pesar de su grandioso amor había muchos obstáculos para ellos uno de ellos era que el tío de James había tenido un desliz con la madre de Geraldine y a causa de ello nació ella.

Finalmente, pasó la tan esperada media hora para poder comprar las entradas. Claudia estaba impaciente por verla ya que se había leído más de siete veces el libro. Álex por su parte no lo había leído ni sabía muy bien de que trataba la historia pero por el entusiasmo de su novia debía ser muy buena.

Cinco y siete minutos, en tan solo tres minutos la película empezaría. La muchedumbre inundaba aquella espaciosa e iluminada sala, no había ningún asiento libre y algunos estaban impacientes y otros a pesar de haberla visto más de dos veces volvían a verla con la misma ilusión. Oscuridad. La película comenzó. No habían puesto ningún anuncio así que salió la película directamente. En primer lugar se podía ver el reino de Geraldine y James, era precioso, los árboles bailaban en sintonía con el viento. Las casas, algunas más ricas que otras, eran una bella mezcla de antigüedad y modernismo, entre lujoso y pobre; el riachuelo que se hallaba en pleno bosque, era un agua que hasta la persona más impura que se hubiera bañado o tan solo haberse rociado con un poco de esa agua, habría alcanzado la pureza.

Geraldine era una hermosa joven, era también una de las muchachas más educadas y admiradas por todos. Sus cabellos parecía que habían sido cubiertos por el ala de un cuervo, sus carnosos labios escondían una ardiente pasión y lo que más destacaba de ella eran sus ojos, unos preciosos ojos de color avellana. James, un muchacho de diecisiete años de edad, en esos tiempos ya se le había de considerar un hombre que debiese desposar a una mujer cuanto antes. Un hombre fuerte, con unos penetrantes y cálidos ojos grises y cabellos tan dorados como el sol…

La película siguió avanzando. Cada vez se iba poniendo aún más interesante, el profundo amor de Geraldine y James se hacía cada vez más fuerte y mientras más obstáculos que les imponían sus familias, mayor amor y mayor dolor sentían. Y casi terminando la película, los jóvenes se encontraban en el jardín de ella. Los preciosos ojos de ella se inundaban en lágrimas, mientras que los de él se esforzaban por no hacer lo mismo
.
-Geraldine, amada mía… Deberíamos separarnos, deberíamos acabar con todo, así no tendrás que ahogarte en tus lágrimas –decía James acariciándole el pelo. Ella levantó la mirada, lo que hizo que se mezclasen sus ojos que ya casi no lloraban con los de él.

-Mírame a los ojos. Míralos y dime que no me amas, dime que deberíamos separarnos, dime que no tenemos posibilidad alguna de permanecer unidos para siempre...

-No te amo. Deberías seguir tu camino y yo el mío. Nunca podremos llegar a ser felices unidos… -él se lamentaba muchísimo por aquellas palabras.

- Ahora… déjame mirar los tuyos. Veo que me mientes, veo que tus labios mienten, no olvides que puedo introducirme en tus ojos y ver tu corazón…

-Lo sé perfectamente pero ¿qué podemos hacer? –y sin más, empezó a sollozar.

- Huyamos. Vámonos hacia donde podemos ser felices… -y con determinación, agarró fuertemente la mano de él y se fueron lejos. Desaparecieron del mundo, desaparecieron del camino del dolor para sumergirse por completo en el del amor…

La sala comenzó a iluminarse, todos permanecían en silencio y después de aquel shock momentáneo, el silencio murió y nacieron los aplausos y lágrimas. Álex tardó bastante en reaccionar hasta que vio a Claudia llorando en su hombro, en una palabra, preciosa… Así era ella y así había sido aquella película.

Nada más terminar de cenar, fueron a darse un paseo. Todavía estaban impactados por “Mírame a los ojos”. Él le dijo a ella…

-Claudia…

-¿Sí?

-Mírame a los ojos  y verás que están llenos de sueños, ya que tú eres el mayor de esos sueños.

Ella se quedó en silencio y se lanzó encima del muchacho. Las campanas dieron las once, el sonido hacía de ambiente a aquellos dos cuerpos que se besaban y amaban más y más…

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