domingo, 13 de noviembre de 2011

Ayer

Y nuevamente ayer salí corriendo. Corrí hacia ese autobús que me llevó al lugar donde puedo estar sola sin que nadie me conozca y viese mi pena. Caminando por aquella playa que me encanta, con los cascos puestos escuchando música triste, con el cigarrillo en la mano, sintiendo ese calor que me gustaba cada día más. Cuando llegué hacia el otro lado, encendí el otro y nuevamente empecé a caminar por donde había venido. Me senté en aquel lugar donde las olas rompían fuertemente contra las rocas, empezó una de mis canciones favoritas y mi mente empezó a pensar y cuanto más pensaba, más ganas de llorar tenía. Al final como siempre acabé llorando, mezclando la amargura de mis lágrimas con las gotas de las saladas olas del mar. Me puse en pie deprisa con la cara empapada aún, la música seguía sonando y me adentré en la playa, sentándome en aquel lugar donde el mes anterior había estado con dos de mis mejores amigos, “Shattered” comenzó a sonar y seguí pensando. Volvieron a mi cabeza esos pensamientos que tenía sobre que verdaderamente no soy nada, que intentaba alejarme de todos poniendo excusas porque ya no tengo ganas de nada, que al día siguiente sería trece un día que siempre recordaré ya que tres meses antes, ella se había ido para siempre…
Secándome las lágrimas decidí que ya era hora de irse. Corrí hacia el autobús ya que lo iba a perder, me subí, abatida y sin ganas apoyé la cabeza contra el cristal. Se puso en marcha, mirando por la ventana creí ver a un amigo mío que se dirigía hacia la próxima parada. “Sería una persona que se le parece” pensé, aunque no fue así… A quien vi primero fue a ella, una persona a la que conocía desde hace poco pero le tenía mucho cariño. La saludé con la mano, esbozando mis mejores sonrisas y se dio cuenta. Luego lo vi a él, con ese flequillo hacia arriba, riéndose y señalándome. Reencuentros, abrazos, charlas y tonterías en ese autobús, sintiéndome feliz por estar con ellos porque son únicos.
Y al caer aún más la noche, después de cenar, muchos corazones sufrieron de entre ellos uno, era el mío. Muchos abrazos de despedida, a ella uno para intentar que estuviese mejor, a la otra chica otro porque la vi mal y a él porque noté en su mirada que tampoco estaba bien. Más abrazos de despedida y otro con él, porque verdaderamente lo necesitaba, me hizo prometerle algo que luego no pude cumplir. Y después del segundo, aguantándome las ganas de llorar, me fui… Con los cascos puestos,  comencé a llorar por las calles a oscuras, parándome en alguna parte, que no hubiese nadie, ya que no podía andar, a causa del dolor y el abatimiento. ¿Estaría llorando por la felicidad que sentí por haber estado con ellos o por los pensamientos que me seguían rondando por la cabeza?

2 comentarios:

  1. Esta es una entrada que evoca muchos sentimientos y créeme que he estado a punto de llorar. yo tambien he vivido situaciones similares y una de las cosas que mas me gustan es sentarme en el rompe olas y ver como chocan contra las rocas. Aun no sé por qué pero siempre me ha gustado.
    Pd: te he dado un premio en mi blog porque, como he dicho al principio, tus entradas evocan muchos sentimientos. Besos

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  2. ¡Muchas gracias! Por todo por el comentario, por el hecho de que te guste también estar en el rompe olas, por el hecho de que te lleguen mis sentimientos, por el premio y porque te gusten mis palabras. Mil gracias y muchos besos.

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