¿Y qué se supone que hacía ella allí? ¿En qué o en quién estaría pensando? No lo sabía. Me producía una sensación tan incómoda esa situación. Le estaba privando de su libertad pero, no sabía porqué, me resultaba curioso observar a aquella muchacha que parecía tener unos diecisiete años o algunos más. Me resultaba curioso que los quince minutos que llevaba allí, no se había movido en ningún momento. ¿Tan profundos serían sus pensamientos como para quedarse mirando el mar sin hacer nada? Me senté yo también, quería acompañarla sin que se diera cuenta: me producía una gran curiosidad. Pero... ¿Qué estaba haciendo? Era tan impropio de mí el hecho de quedarme mirando. Me levanté para marcharme y dejarla sola pero, ella se me adelantó saltó de aquella pequeña roca y se encaminó hacia el mar. Cogió una botella de cristal que estaba en el suelo, la besó e hizo un ágil movimiento de muñeca y la arrojó al mar. Mirando al horizonte, vi, que se arrodilló y agachó la cabeza entre sus rodillas. Supe en aquél momento que era la hora de irse, de dejarla sola, de que disfrutase de ese momento de privacidad. Y una vez más me volteé para observarla y pude notar que era una muchacha más joven de lo que había pensado y que seguramente escondía, en su interior, algo muy pesado.
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