Y esa era yo tumbada en aquella cama arañándome el vientre con fuerza mientras todo me daba vueltas, sufriendo ese congelador frío interno. Y esa era yo días antes en mi habitación dándole la bienvenida a la sangre, a nuevos tatuajes, abriéndole el paso al sufrimiento. Y esa era yo en aquel baño, arrepentida por haber permitido que la comida entrase en mí, jugando con mi campanilla a la vez unas pequeñas lágrimas salían de mis ojos por el esfuerzo; repitiendo, en mi cabeza, aquella canción que no había parado de escuchar en toda esa semana. Y esa era yo mirándome con asco, agachando la cabeza por no querer ver a aquel ser que me repugnaba. Y esa era yo esta mañana, cansada de aquellas bromas que para mí era la peor de las torturas. Y esa era yo repitiéndome una y otra vez aquellas palabras que salieron de su boca: "¡Qué asquerosa estás!"...
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