Y entonces me quedé dormida de tanto mirar por la ventana. Mi mente reproducía en sueños canciones que, para mí, significaban más que a cualquier otra persona. Te esperé todas las noches de mi vida. Te lloré incluso. Pero no venías, te quedaste allí y no te acordaste de esa vez que entraste por mi ventana y me llevaste al lugar donde, de día se soñaba y de noche se jugaba. Y te dejaba la ventana abierta, aunque no vinieras, aunque me quedara dormida entre lágrimas.
Entonces, un día, escuché el sonido de mi ventana abrirse. Se abría poco a poco, me desperté y te vi. Grité tu nombre. Volaste y te golpeaste con el techo del susto. No podías verme; la luz seguía apagada. Y, en un susurro, dijiste mi nombre...
Fue un minuto en el que el silencio, invadió mi habitación. Hiciste el gesto de encender la luz pero, te paré. No quería que vieras que mi cuerpo ya no era el de esa niña de cuatro años que recogiste una noche y te la llevaste a ese lugar. Pero tu fuerza era superior a la mía y, la luz se hizo. Lloraste. Te derrumbaste como un árbol caído por el viento. Chillaste. Hiciste el intento de huir volando pero, fui más rápida que tu y te abracé. Posé mis labios cerca de tu oreja y en un susurro te dije: "Soy una niña que juega a ser mayor". Lloraste aún más. Paraste de llorar. Me miraste a los ojos y me diste un beso. El último beso, pensé. Y entre suspiros me dijiste: "Ya no puedo llevarte a Nunca Jamás...".
Te fuiste. Cerré la ventana. Chillé, una y otra vez, tu nombre. Lloré en mi cama mientras abrazaba a ese peluche. Volví a gritar tu nombre seguido de un: "Llévame, por favor".
Desperté con el sonido de mis gritos. Y, así fue como desperté de mi pesadilla. Me volví a tumbar, miré la ventana y vi, que estaba completamente abierta. Hice que mis ojos se perdieran en el techo, leyendo el mensaje que me habías escrito. Reí y me volví a dormir...
"Te llevaré a Nunca Jamás, pronto"
Entonces, un día, escuché el sonido de mi ventana abrirse. Se abría poco a poco, me desperté y te vi. Grité tu nombre. Volaste y te golpeaste con el techo del susto. No podías verme; la luz seguía apagada. Y, en un susurro, dijiste mi nombre...
Fue un minuto en el que el silencio, invadió mi habitación. Hiciste el gesto de encender la luz pero, te paré. No quería que vieras que mi cuerpo ya no era el de esa niña de cuatro años que recogiste una noche y te la llevaste a ese lugar. Pero tu fuerza era superior a la mía y, la luz se hizo. Lloraste. Te derrumbaste como un árbol caído por el viento. Chillaste. Hiciste el intento de huir volando pero, fui más rápida que tu y te abracé. Posé mis labios cerca de tu oreja y en un susurro te dije: "Soy una niña que juega a ser mayor". Lloraste aún más. Paraste de llorar. Me miraste a los ojos y me diste un beso. El último beso, pensé. Y entre suspiros me dijiste: "Ya no puedo llevarte a Nunca Jamás...".
Te fuiste. Cerré la ventana. Chillé, una y otra vez, tu nombre. Lloré en mi cama mientras abrazaba a ese peluche. Volví a gritar tu nombre seguido de un: "Llévame, por favor".
Desperté con el sonido de mis gritos. Y, así fue como desperté de mi pesadilla. Me volví a tumbar, miré la ventana y vi, que estaba completamente abierta. Hice que mis ojos se perdieran en el techo, leyendo el mensaje que me habías escrito. Reí y me volví a dormir...
"Te llevaré a Nunca Jamás, pronto"
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